sábado, 10 de diciembre de 2016

UNA MUJER ESTUPENDA.

Está allí. 
Como cada día, a la misma hora. 
Casi siempre en la plataforma final del bus, derecha, firme, ausente. Algunas veces, pocas, sentada. 
El recorrido por la ciudad nos permite de veinte a veinticinco minutos de compañía.
La miro con discreción, tímidamente y sin ánimo de ofenderla con mis pensamientos. Sin embargo, no puedo ausentar mi mirada sobre ella ni cinco segundos.
Una mujer estupenda. "Estupenda", una clásica y fantástica palabra inventada exclusivamente para ella.
Estupenda en la plenitud de su feminidad, en la eclosión de su vitalidad. 
Cuarenta y tantos o cincuenta y pocos... Qué mas da!
Ni muy alta ni muy baja. Quizás con algún kilo de más, un regalo generoso y de perfección para mis sentidos que acentúa aún más la dulce curvatura de su cuerpo. Y el detalle de su talle, más griega que romana, asible y plausible.
Su cara, divinamente imperfecta, limpia, suave y redonda. Destacan sus labios, unos labios ligeramente carnosos, rosados, sin maquillaje. En cruz, una nariz pequeña y algo ancha, sensual, que hace de columna a unos ojos amables, en bitono entre azul y verde.
Viste normal, sin estridencias, pero con un toque distinto e inigualable que admiro: siempre lleva faldas y a veces medias, para gloria vital de mi vista cansada. Me gusta que vista así. 
Ahí es cuando me transformo y muto de pasajero a revisor. No puedo evitarlo. 
Por fases, tal y como me indica la educación y el respeto que me impongo, recorro lentamente el fabuloso viaje por sus piernas. Del puerto de sus pies y sus tobillos, ascendiendo por el océano de sus pantorrillas; seguir por las olas de sus rodillas hasta ahogarme en la profundidad de unos muslos, que imagino amables y salados.
Me detengo. Siento reseca mi boca. Respiro profundo y vuelvo a ella. No puedo evitarla. Su presencia me obnubila. 
Mi mente y mi vista desean volver a viajarla, aún con temor a una visible relación causa/efecto en la química y física de mi cuerpo. Disfruto de un nuevo viaje, con disimulo pero intenso. De su vientre y su cintura, adivino poesía. Bajo el manto de su chaqueta, tras una blusa vigilada por un pequeño ejercito de botones, intuyo paz y guerra, primavera y otoño. Y en su cuello, precioso y estupendo cuello donde el tiempo ha invertido amor y dolor, dejaría la huella de todo mi sentimiento acumulado por tanto viaje conjunto.
En esa tensión entre ver y querer, soñar y vivir, amar y sentir, llega el momento indeseado, el momento cruel: mi parada.
En un extraño cocktail de rabia, frustración, ridículo y vergüenza, desciendo del vehículo con cuidado, con mis piernas ciegas siguiendo el empuje de un lazarillo recién llegado.
Una última mirada atrás y veo que me mira. En sus labios se esboza una ligera sonrisa y percibo un mensaje invisible en mi interior. Un hasta mañana.
Mañana será igual, espero y deseo.
En cualquier caso y con toda naturalidad, te seguiré soñando, te seguiré admirando, te seguiré deseando. 

martes, 6 de diciembre de 2016

UN POEMA DE AMOR.

Cuando era adolescente y estudiaba literatura, me quedé absolutamente enganchado a un poema de amor escrito por el guatemalteco José Batres Montúfar, 1809-1844 , titulado " Yo pienso en tí".
Lo cierto es que el otro dia desperté por la mañana recitándolo de memoria tras años de olvido en el laberinto de mi cerebro.

Yo pienso en ti, tú vives en mi mente
sola, fija, sin tregua, a toda hora,
aunque tal vez el rostro diferente
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.

En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.

Callado, inerte, en estupor profundo, 
mi corazón se embarga y se enajena,
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de tu nombre suena.

Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme en ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento,
las largas horas de la noche cuento
y pienso en ti.