miércoles, 27 de junio de 2018

LA FUENTE DE LOS PECES.


Rincón de melancolía en primavera perenne.
Piedra preciosa en el olvido.
Baúl de miradas infantiles a salvo de envidias.
Un sueño para el sabio, un canto, un mito.
Entre su piedras, resquicios sentidos
como huellas extrañas de un pasado herido.
La fuente vive.
Vibra sola sin gritos ni gemidos.
A veces, las piedras lloran a salvo de los niños
y en su morada,
escondidos,
rojos plateados se mecen cansinos.
La fuente canta dulces canciones de limo.
Para que nadie la olvide,
ni tus hijos ni los míos.



viernes, 13 de abril de 2018

POR UN BESO.



Por un beso

¿qué daría por un beso?
Un sueño...
Una flor...
El cielo...

Por un beso, 
yo sería amor y tres deseos:
ser tu agua,
tu abrigo,
tu sosiego.

Por un beso,
¡ cuánto daría por un beso!

lunes, 12 de febrero de 2018

ASÍ ERES.


Eres ciprés
eres arbusto
eres agua en el desierto
eres un beso despierto
desnudando mis sentidos.

Eres luz
eres sombra
eres mar embravecido
un abrazo del destino
envolviendome en silencio.


Eres frío
eres hoguera
eres el pan de mi cena
eres la huella en la arena
que no borrarán las olas.

Eres paz
eres un grito
eres furia que devoras
eres amor que enamoras
y eres tanto, que me quemas.




sábado, 2 de diciembre de 2017

EN EL TREN.


Hemos entrado en el vagón casi juntos, en una extraña y casual coincidencia del destino. Te he dejado pasar primero, tal y como corresponde al simple protocolo de urbanidad. 
Me has mirado con desprecio, altiva, haciendo uso de los malditos 5 segundos con los que las personas nos distanciamos. 
Yo he hecho justamente lo contrario. He admirado de forma instantánea tu altura y porte, tu fina y elegante cara y tus labios de mordisco sensible y cochinote.
La coincidencia sigue. Misma fila de asientos, tú a la izquierda, yo a la derecha.
Rediez! Instante supremo.
Te quitas tu largo abrigo y vislumbro tus piernas sin fín, increíbles, racionalmente tapadas con medias y una falda corta.
Te sientas y me percato que sabes que estoy observándote. Sabes que te miro porque te sientes medio diosa, medio diabla. Te pasa siempre con los hombres. Me desprecias.
De repente, estornudas. Fuerte y estrepitosamente. Sin poder evitarlo, de tu nariz emerge con fuerza una viscosidad muy poco sexy. Lo normal para los humanos, lo inconcebible para las diosas.
Con premura y medio a escondidas, extraes un pañuelo y retiras de tu hermosa cara tan feo elemento.
Yo, señor y caballero, emito un cordial... ¡Salud! 
Tú, sin mirarme siquiera, emites un minúsculo... ¡Gracias!

Voy a mirar por la ventana. El paisaje es mil veces más hermoso.